Es evidente que, prácticamente la totalidad de los seres humanos tenemos problemas para entendernos los unos con los otros. Sólo hay que encender la radio o televisión un rato y encontraremos decenas de sucesos originados por una falta de entendimiento entre dos o más partes.
Tanto en tu vida laboral como en tu vida personal existen seguramente decenas de evidencias de esta falta de comprensión, pero ¿por qué nos cuesta tanto, a veces, ponernos de acuerdo con otros? y ¿por qué es tan común?
La identificación.
A través de la lectura de decenas de libros sobre comunicación y desarrollo personal, he podido deducir que hay una causa principal para la falta de entendimiento. Esta es, la incomprensible manía que tenemos de identificarnos con lo que creemos, pensamos y decimos.
Voy a ponerte un ejemplo de mi propia experiencia cuando todavía no tenía ni idea acerca de la comunicación interpersonal, ni de la gestión de emociones:
– Hace ya unos cuantos años, trabajaba como Responsable de Calidad en la industria alimentaria. Yo me encargaba de realizar inspecciones a los productos que la empresa importaba antes de ponerlos en venta. Un día un compañero de trabajo me comentó que era necesario hacer una prueba analítica más al producto que yo acababa de validar, y lo hizo a través del correo electrónico copiando al resto de los compañeros de la empresa.
En ese momento podría haber tomado su comentario como una opinión más, y explicarle con tranquilidad mi postura, o bien, podría incluso haber hecho las pruebas a mayores sin mayor preocupación puesto que no me iba a dar mucho trabajo. Pero en lugar de eso, empecé a notar el atisbo dentro de mi de lo que pronto se transformaría en un pequeño ataque de ira, y es que ¿cómo se atrevía ese compañero a contradecirme, si la experta en calidad era yo?!! ¿cómo se atrevía a negarme la razón delante del resto de la empresa?!, y un sin fin de pensamientos más que, te aseguro, no me llevaron a nada bueno.
Lo que intento ilustrar con este ejemplo, es que yo, desacertadamente, me identifique con “lo que pensaba o creía era lo correcto”, y en lugar de simplemente escuchar al otro sin sentir resentimiento o rabia, tomé su comentario como un ataque hacia mi valía como profesional. Es decir, me identifiqué con lo que se estaba diciendo, (mi compañero hablaba del producto, pero yo me identifiqué como el sujeto de la conversación), y tras eso no tenía más opción que defender mi postura a ultranza, pues mi propia identidad, mi valía estaba en juego.
¡Qué más da si él o yo teníamos razón! No tiene importancia, tanto él como yo valemos lo mismo nos equivoquemos o no, digamos una cosa u otra, ganemos o perdamos. El problema es la “perspectiva”, el creerme que lo que digo o pienso me identifica como mejor o peor que otros. Es decir, el problema llega cuando creo que tener la razón me identifica como “vencedora” o “buena profesional”, y esto es un error de percepción, no existe tal asociación, es sólo “una trampa de una mente con bajo nivel de conciencia”, nada más.
Otro ejemplo muy común es lo que ocurre en los estadios deportivos. Cientos de personas discutiendo acerca de si su equipo es mejor o peor, defendiendo incluso con violencia sus convicciones, como si de su propia identidad se tratara. ¿No es una locura?! Esta gente, inconscientemente, se ha creído que ellos mismos SON el equipo de fútbol. Por eso cuando el equipo pierde se enfadan o frustran, porque han puesto su propia valía o identidad en manos de otras personas, en este caso de los jugadores del equipo en cuestión. ¿Tiene sentido? Cuando reflexionas sobre ello y tomas perspectiva, no tiene mucho sentido. Por eso los equipos deportivos con más victorias, son también los que más seguidores tienen, porque a la gente le gusta identificarse como “los vencedores”.
No digo con esto que esté mal, sólo digo que es una forma desacertada, al menos desde la comunicación interpersonal, de interpretar la realidad, y puede acarrearte muchos problemas que, desde otro punto de vista, no serían problemas, ni te harían sufrir.
Permítete “escuchar”
Para poder trabajar como Coach, he tenido que aprender a “escuchar” a los demás sin juicios y sin etiquetas. Si un cliente me dice que no está de acuerdo con lo que le digo, no tengo la necesidad de defenderme o de demostrar que tengo la razón, porque he integrado a lo largo de estos años que “la razón” no es absoluta, depende del “cristal con que se mira”. Y por supuesto, entiendo que mis clientes no ven la realidad de la misma manera que yo cuando llegan a mi consulta.
Por tanto, cuando una persona del ámbito que sea me plantea una opinión, no me abalanzo a etiquetarla como “aceptable”, “estúpida”, o “injusta”, sino que me recuerdo a mi misma mi compromiso de permitirme escuchar a los demás.
Puedo asegurarte por propia experiencia que aprender esto es posible y que supone un enorme cambio en la forma de relacionarte con otros. Los dramas se acaban, la paz interior es cada vez más estable y cada nuevo día te sorprendes una vez más de la cantidad de puntos diferentes que existen en el mundo. Yo lo vivo ahora como algo maravilloso, porque mi valía ya no está asociada a mis creencias, o a mis puntos de vista, y como ya no tengo necesidad de defenderme, tengo más espacio para escuchar a los demás, llegar a acuerdos, aprender cosas nuevas y disfrutar de la vida y del trabajo.
Por tanto, creo sinceramente que, para que puedas comunicarte más acertadamente con los demás, debes tomar una decisión. La decisión de no identificarte con lo que ocurre, con lo que se dice de ti, con si tienes o no la razón. Esta decisión te cambiará la vida, y mejorará tus relaciones con los demás porque te permitirá “escucharles de verdad”.
Hoy en día me doy permiso para escuchar a los demás, les doy ese espacio necesario para entender qué punto de vista tienen (aunque al principio no esté para nada de acuerdo con ellos).
Lo que hago en definitiva, es darme a mi misma el beneficio de la duda antes de decretar que soy yo quién tiene la razón. Así he conseguido enriquecer enormemente mi perspectiva de la realidad, lo que me ha permitido avanzar mucho más en mi camino dentro del desarrollo personal y profesional, así como expandir mi nivel de conciencia hasta lugares totalmente insospechados.
Para entrenarte en este intenso trabajo de des-identificarte de tus creencias, te propongo que sigas el consejo de Dale Carnegie en su libro, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas:
– Si usted suele decir a los demás que se equivocan, sírvase leer el siguiente párrafo todas las mañanas antes del desayuno. Es el ilustrativo del libro La mente en proceso, del profesor Jame Harvey Robinson:
A veces notamos que vamos cambiando de idea sin resistencia alguna, sin emociones fuertes, pero si se nos dice que nos equivocamos nos ofende la imputación, y endurecemos el corazón. Somos increíblemente incautos en la formación de nuestras creencias, pero nos sentimos llenos de una ilícita pasión por ellas cuando alguien se propone privarnos de su compañía. Es evidente que los que nos resulta caro no son las ideas mismas, sino nuestra estima personal, que se ve amenazada… Es palabrita “mi” es la más importante en los asuntos humanos, y el comienzo de la sabiduría consiste en advertir todo su valor. Tiene la misma fuerza siempre, sea que a “mi” comida, “mi ” perro, y “mi” casa…
No solamente nos irrita la imputación de que nuestro reloj funciona mal o nuestro coche ya es viejo, sino también la de que puede someterse a revisión nuestros concepto de los canales de Marte, de la pronunciación de “Epicteto”, del valor medicinal del salicilato o de la fecha en que vivió Sargón I… Nos gusta seguir creyendo en lo que hemos llegado a aceptar como exacto, y el resentimiento que se despierta cuando alguien expresa duda acerca de cualquiera de nuestras presunciones nos lleva a buscar toda suerte de excusas para aferrarnos a ellas. El resultado es que la mayor parte de lo que llamamos razonamiento consiste en encontrar argumentos para seguir creyendo lo que ya creemos.»
Y tú, ¿estás decidida a dejar espacio para escuchar a los demás, antes de juzgarlos o defenderte a ultranza?
Estaré encantada de conocer tu opinión, puedes escribirme más abajo en Comentarios.
Un abrazo!
Sandra.
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